Cuando les vi bailar, no me importó de donde venían, ni que religión profesaban, o si ofreccian la cara amable de algo o alguien. Sólo aplaudí a rabiar porque habian dado todo lo que tenian encima de un escenario.
Si se hubiera hecho caso de esta petición nos hubieramos perdido, de entrada a los que ganaron, pero sin duda se hubiera impedido ejercer el derecho de bailar, bellisimo ejercicio de llevar la paz por el mundo, nos hubieran impedido estar unidos por la danza.
¿No hubiera sido mejor pedir la presencia de artistas palestinos?. Y hacer de la danza un punto de encuentro.
Todo tiene un lado bueno, pero hay que buscarlo.
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